Al norte de la isla, donde el sol aparece sin nubes
el viento se torna muy salvaje a veces,
y la ruta te lleva al sur.
Ahí donde no perteneces, te conocí.
Yo, la que no pertenezco a este lugar,
una mañana de octubre, con el atlántico marcado en la piel,
ambos supimos que la distancia abismal se había terminado milagrosamente
en esos tres segundos, donde por fin, curé mis alas con miedo,
me senté a tu lado.
Hoy muchos meses después,
sin poder olvidar recordarte,
suplico que tus días sean felices,
que puedas mirarte al espejo y sentir que sos un hombre completo,
caminar hacia el sur sin pasar por la ventana de Suecia,
escuchar sabina sin desear rozar mi piel.
Ojala tus sueños sean inmunes a mi recuerdo,
ojala que no se te erice la piel, creyendo que la llamada que suena sea yo.
Será posible que el recuerdo de mi boca en tu piel,
te regrese a mis brazos algún día?